sábado, 19 de septiembre de 2015

El juicio y las condenas

El lunes 7 de febrero del 2000 empezó el juicio por el motín de Sierra Chica en Melchor Romero. Era la primera vez que un tribunal se instalaba en una penal de alta seguridad por la peligrosidad de los 24 acusados.
Pesaban sobre ellos los delitos de: homicidio simple, privación ilegítima de la libertad calificada, tentativa de evasión y tenencia de armas de guerra, entre otros.
Los encerraron en una jaula, atrás de un vidrio blindado,separados entre ellos porque tenían cuentas pendientes. Estaban a mas de cien metros de la sala donde estaban los jueces, fiscales, abogados y testigos. Los rodearon agentes del grupo GEO, del Servivio Penitenciario y el escuadrón de perros. Casi cien hombres cuidaban a los acusados.
Se desplegaron una docena de móviles policiales y dos helicópteros para seguir los traslados, se cortaron las calles adyacentes y se invirtió una gran suma en todo el operativo.
Iban a ser juzgados por un tribunal improvisado porque los magistrados de Azul donde estaba radicada la causa, se excusaron. Se convocó al juez civil Adolfo Rocha campos, al de Tandil Pablo Galli y al abogado Hectos Rodríguez.




















Una maqueta del penal dentro del tribunal en el juicio


Los jueces creyeron que manteniéndolos lejos del recinto los declarantes dirían lo que sucedió en el penal, pero hasta los Testigos de Jehova habían sido amenazados. Los Apóstoles se encargaron de infundir miedo en todos los involucrados.
Entre los que prestarían testimonios habían mas de cien presos. La mayoría respondió las preguntas con monosílabos. Los internos veían a los acusados como los hombres que vencieron al sistema y mejoraron la vida de los reclusos.
Muchos de los que declararon mintieron, era gente que buscaba promoción por la enorme cobertura mediática.
Una instalación de fibra óptica les permitía a los acusados ver y escuchar el juicio. Algunas historias fueron tan fantásticas que hasta se rieron de lo que oían.
Los Apóstoles no se defendieron. Hicieron un voto de silencio para no perjudicarse. Se atuvieron a un antiguo dicho carcelario que dice "Calla preso, que el silencio es tu libertad".
El único que declaró fue Chiquito Acevedo. El primer día del juicio salió de la celda y dijo: "No somos las fieras que la prensa esta vendiendo. Queremos decirles a nuestras familias que no somos lo que el Servicio Penitenciario dice".



















Uno de los acusados invocando la ley desde adentro de la jaula

Ningún familiar asistió al juicio.
El juez Rocha Campos, años después, recordaría ese detalle: "Que solos estaban", decía.
Germán Belizán Sarmiento, que colaboró en las negociaciones para entregar el penal, no estuvo en la jaula. Lo sentaron en la sala como testigo, aunque era acusado.
Lo que pasaba es que su vida corria peligro porque los Apostoles se enteraron que durante el motín fue espia del Servicio Penitenciario. Declaró y acusó a todos. Contó que rol tuvo cada uno, quiénes portaban armas, etc.
El Paisano Luján, al igual que los carceleros, reivindicó a Agapito Lencinas y hasta lloró.
Maria Malerne llegó con un traje azul. Era la estrella del juicio. Tal vez conocedora de la ansiedad de la prensa por conocer su versión, se mostró parca en sus contestaciones y distante con los jueces, como si quisiera irse lo mas rápido posible,
Los rumores de que había sido violada aumentaban el morbo colectivo. María no se hizo cargo de tales cosas. Acusó a los jefes del Servicio Penitenciario Bonaerense de haberla engañado, ocultándole, antes de entrar al penal, que los presos estaban armados. "Me dieron una versión distorsionada de los hechos. Me dijeron que estaba todo tranquilo".




















Diario Clarin de la época donde se graficaban los dichos de Malerne en el jucio.



El 10 de Abril los jueces dictaron sentencia. El fallo, de 212 hojas, condenó a Jorge Pedraza, Juan Murgia, Marcelo Brandán, Miguel Ángel Acevedo, Vitor Esquivel y Miguel Ángel Ruiz Dávalos a reclusión perpetua mas la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado por secuestro, homicidio, tenencia de armas e intento de evasión.


















Los cabecillas tuvieron hasta tiempo de reírse mientras les leían el veredicto final


Ariel Acuña, Hector Galarza, Leonardo Salazar, Oscar Olivera, Mario Troncoso, Hector Cóccaro, Jaime Perez y Carlos Gorosito Ibáñez fueron condenados a 15 años por secuestro.
A Daniel Ocanto lo castigaron a trece años. A Lucio Bricka a doce, le bajaron un año por haber defendido a la jueza.
A Guillermo Lopez Blanco le dieron por cumplidos los seis meses de condena por el tiempo de prisión preventiva.
Alejandro Ramirez fue absuelto.
Veintidós testigos, incluidos guardias del Servicio Penitenciario quedaron al borde d eun jucio por falso testimonio que nunca se llevó a cabo.

Chiquito Acevedo murió el 8 de Junio de 2007 en la cárcel de La Plata, apuñalado por otro interno al que siempre le robaba. a Acevedo le faltaban quince dias para salir en libertad.
El Gallego López Blanco murió de un infarto poco despues del fallo.
Leo Salazar murió de Sida,





















Un diagrama explicativo publicado en diario Clarín

Informe Central: El motín de Sierra Chica

El sábado 30 de Marzo de 1996 un grupo de presos de alto calibre se dispuso a escapar de la Unidad N°2 de Sierra Chica. Contaban con la ayuda de un arma y un plan casi perfecto.
Los muros de la cárcel estaban con poca custodia. Los internos colocaron una escalera de madera en la pared del pabellón ocho y Jorge Alberto Pedraza intentó enganchar una soga hecha de sábanas en el extremo superior del muro. El tiro falló, los guardias los vieron y empezaron a disparar. Desesperados, varios de los delincuentes se subieron a la escalera, haciendo que esta se desmorone.
El intento de fuga había fallado. Pero los internos venían guardando muchos años de rencores y disputas de poder adentro de Sierra Chica.
Cegados por la euforia y bajo los efectos de estupefacientes, decidieron que se iban a amotinar. Empezaban ocho días cargados de violencia, muerte, caos y sed de venganza.


















Los amotinados, en el techo del penal.

Las primeras horas transcurrieron en medio de una confusión generalizada, se capturaron trece rehenes y los cabecillas de la toma incentivaron a los demás presos a adherir al reclamo. Mas de mil internos estuvieron de acuerdo con la toma de la Unidad N°2 y de un momento a otro Sierra Chica fue "tierra de nadie".

"Los doce Apóstoles" es el nombre que se le dio mediáticamente al grupo que inició la revuelta. Se los llamo así porque los jefes mas importantes coincidían en número con los discípulos de Jesús y porque los hechos se desarrollaron durante Semana Santa.
Lo cierto es que el motín fue solo una excusa para iniciar una serie de asesinatos a otros internos. Hubo un ajuste de cuentas.
Unas semanas antes el director del Servicio Penitenciario, 
 Guillermo McLoughin llevó a un grupo de presos "con privilegios" a Sierra Chica para que encontraran una suspuesta pistola infiltrada y desbarataran un posible levantamiento. Ese fue el comienzo del fin. Se destaparon años de rencores y disputas por poder. Apóstoles y "arruinaguachos" no cabían en un mismo lugar. Lencinas y Pedraza no se podían cruzar. Acevedo y Gaitán se tenían jurados hacía rato.










Los Apóstoles, en el techo del penal.

La realidad dentro de los presidios es muy cruda. Las condiciones en que los internos cumplen sus condenas son realmente precarias y muchas veces las autoridades que deberían hacerse cargo de mejorar la situación miran para otro lado.
Haber investigado este enigmático caso me llevo a plantearme interrogantes que nunca antes había pensado.
Es cierto que los Apóstoles desataron una furia incontenible aquel Marzo de 1996 y es imposible excusar comportamientos tan salvajes como los que se vieron en Sierra Chica. Sin embargo el problema, las causas de este sangriento hecho... todo es mas profundo y complicado.

Empecemos por hablar de la complicidad del director del penal con los "arruinaguachos". Este grupo de presos tenía libertad absoluta en todas las cárceles bonaerenses. Manejaban una red de compraventa de drogas, asesinaban a quienes querían, robaban y violaban.
¿Los guardias? Liberaban la zona. ¿Los presos? Callaban por miedo. ¿McLoughlin? Agradecía al grupo y depositaba su confianza en ellos.
Se había creado un sistema de premios y castigos que permitían "mantener el orden" tras los muros. Pero esto creaba rencores, miedos, promesas de represalias, etc.
Cuando, leyendo, descubro que los "arruinaguachos" violaban a las familiares de otros internos en los baños de las salas de visita solo puedo pensar en el nivel de corrupción que se maneja en el mundo "tumbero". Poderosos y delincuentes negocian penas y libertades como si fuesen productos de mercado.
Es, entonces, valido suponer que si se da la oportunidad de poder saldar cuentas pendientes muchos no dudarían en hacerlo. Los Apóstoles, con Sierra Chica bajo sus ordenes, se sentían impunes. Tan impunes como eran los que perdieron la vida.





Lo segundo que llamó mi atención fueron los códigos tumberos. Para dar un pantallazo general de las distintas clasificaciones en la cárcel, a continuación explicaré algunos estereotipos:
- Los homicidas y violadores son lo mas despreciado dentro de los presidios. El resto de los delincuentes los odian, los consideran basura. No es lo mismo estar robando y matar a alguien para defenderte que matar por placer. Matar por matar es repudiable.
En cuanto a los violadores, estos criminales son considerado lo mas bajo de las cárceles (sobre todo si están condenados por pedofilia) y el resto de los internos se encargara de hacer con el lo mismo que el hizo con sus victimas.

-Los homosexuales y travistís satisfacen sexualmente a los demás. En Sierra Chica se encuentran en un pabellón separado por lo que es común que otros condenados vayan a  visitarlos a la noche requiriendo sus servicios. Algunos tienen clientes fijos.
-Los mas jóvenes son los que buscan su lugar en los "ranchos" ya conformados y tratan de hacer famosos su nombre para ganarse el respeto de los pesos. Dentro de la cárcel el poder se mide por el miedo que te tiene el resto. Es paradójica la situación de los mas jóvenes porque si son violados por algún otro interno al momento de su llegada automáticamente su vida carcelaria esta arruinada. Son dejados de lado, ignorados y utilizados como servidumbre por los detenidos mas famosos. Si bien en la prisión se repudia al violador, también se margina al violado.

-Los cabecillas son por lo general los que cumplen condenas mas largas y con el pasar de los años van construyendo un prestigio alrededor de ellos. Quizás por haber matado a alguien en una lucha de facas, quizás por ser un delincuente famosos, o por ser solidario con los compañeros.

Sierra Chica fue el estallido de una profunda crisis en el sistema penitenciario argentino. Junto con esta unidad se amotinaron mas de diez cárceles en todo el país. Si bien todo comenzó con una fuga frustrada, con el pasar de las horas se empezaron a oír los reclamos que venían tras los muros: exigían mejoras edilicias, mayor  y mejor alimentación, repudiaban el maltrato por parte de los guardias, etc.
El entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde y el ex presidente de las Nación, Carlos Menem tuvieron que tomar las riendas de una situación que se volvió incontrolable.
Pasados los seis días de toma, los rehenes temían por sus vidas, los asesinados estaban siendo quemados y los presos pasados en droga y alcohol: todo era un caos. 
El país entero miraba con asombro la terraza de Sierra Chica donde mas de veinte presos con caras tapadas gritaban, insultaban y amenazaban. 
Una jueza había sido tomada por los Apóstoles y en los medios circulaban informaciones erróneas como posibles violaciones o un homicidio que nunca ocurrió. La jueza Malerne, dicho sea de paso, declaró mas tarde en contra del Servicio Penitenciario.
Tras ocho días de masacre, descontrol, incertidumbre y pánico los Doce Apóstoles se entregaron. Le hacieron firmar un petitorio a Duhalde para garantizar que serían trasladados a otro penal todos juntos. Se los llevaron a la antigua cárcel de Caseros donde cinco meses después volverían a intentar una fuga.
























Recuadro explicativo del diario Clarín de la época.

Sierra Chica es un caso enigmático, con muchas aristas. Deja al descubierto las relaciones políticas dentro de las cárceles y como se juega un juego donde "vale todo". Cuenta la penosa vida que llevan los internos y evidencia, de manera escalofriante, hasta donde puede llegar un ser humano que busca venganza.
Sierra Chica será recordado como uno de los episodios mas sangrientos de la historia penal argentina y  servirá, espero, de ejemplo para evitar que algo así vuelva a suceder.



















A medida que pasaban las horas, la euforia se contagió a otras partes del país.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Mientras tanto en la capilla...

Cuando la cárcel fue sitiada por los Doce Apóstoles y sus cómplices, varios de los presos huyeron a refugiarse en todo Sierra Chica para escapar de la violencia incontrolable de los amotinados.
Los ex policías, homicidas y violadores temían represalias. Los homosexuales, travestís y religiosos quisieron cuidar su integridad física.
De este modo, en los pabellones 3 y 4 cerraron las puertas, pusieron candados y colocaron colchones a modo de cortinas para que nadie pudiera pasar ni ver las celdas.
Pero con el correr de las horas la violencia aumentaba y varios de los arruinaguachos habían ido a buscar a los travestís para saciar sus necesidades sexuales.
Los golpes y los gritos en todo el penal hacían imposible que este grupo de gente se sintiera segura.
Por eso, aunque poco tenían que ver unos con otros y sus historias eran totalmente diferentes, emprendieron viaje hacia la capilla. Consideraron que sería un lugar donde podrían encerrarse hasta que la furia pase.
Por eso, en la segunda noche de toma, agachados, sin hacer ruido y en fila prolija, mas de 60 internos cruzaron del pabellón 4 a la pequeña iglesia. Entre ellos iba Carlos Eduardo Robledo Puch, el asesino en serie mas famoso de la historia criminal argentina y quien hace mas de 30 años cumple su condena a reclusión perpetua en Sierra Chica.
Los refugiados pasaron seis días dentro de ese pequeño recinto. Seis días sin comer ni tomar nada, defecando y orinando todos en el mismo lugar. Seis días sin ver la luz del sol, sin dormir.
Las condiciones de salud en las que los encontraron era deplorables. Deshidratados, desnutridos, algunos con muchísima fiebre, con infecciones o enfermedades pulmonares.

El medio de extorsión: los rehenes

El número de rehenes durante la revuelta fue de diecisiete. No los tomaron a todos al mismo tiempo ni desde un primer momento.
Los cautivos fueron, principalmente, una estrategia de negociación con el Servicio Penitenciario. Las exigencias fueron muchas, y los planes de fuga variados, asi que los secuestrados servían de garantía para seguir amotinados mientas los Apóstoles pensaban que hacer. Varias veces amenazaron con matarlos aunque se cree que nunca fue una opción segura.

Los primeros en ser apresaron fueron tres testigos de Jehová que estaban predicando el evangelio dentro de la cárcel al momento que estalló el motín, fueron llevado a Sanidad donde pasaron los ocho días que duró el conflicto.

Juan Martínez Gómez, director del penal, también debió seguir las órdenes de los amotinados, quienes tomaron su lugar para empezar a organizar lo que pasaría en Sierra Chica en esas horas de caos. Martinez Gómez cuenta que tuvo momentos de tensión y minutos en donde temió por su vida, pero admite que no fue maltratado mas de lo predecible dentro de una situación de ese calibre.
En total diez guardias fueron apresados durante la revuelta. Algunos eran los que custodiaban los pabellones 6 y 7, donde de desató la mayor violencia, otros estaban vigilando desde los muros. Tres de ellos se llevaron la peor parte:
Jorge Avendaño tenía 26 años cuando el levantamiento lo encontró inspeccionando el pabellón 6. Una faca apoyada en su espalda lo paralizó. Soportó una herida de bala hasta que se resolvió el conflicto. "Nos usaron de escudo porque nuestros compañeros empezaron a tirar para defender la guardia. Me pegaron un balazo, pero no quise salir". Oscar Iturralde y Carlos Nesprías son los otros dos guardias que tuvieron la misma suerte. Ellos tres protagonizaron el famoso y macabro episodio de las empanadas hechas con carne humana. Iturralde se descompuso de tal manera que el medico recomendó sacarlo para que se lo llevaran a un hospital. Nesprías no dijo una sola palabras desde que comió hasta que los liberaron. Para ellos, esos días fueron un verdadero infierno.
La rehén mas importante, y mas valiosa para los presos, fue la juez Maria de las Mercedes Malere. Esta doctora durante mucho tiempo luchó por los derechos de los detenidos en Olavarría y había dictado muchos beneficios para Sierra Chica. Sin embargo, cuando ella y su secretario (Carlos Torrens) entraron al penal para negociar aquella Semana Santa del 96, ambos quedaron privados de su libertad.



















La jueza Malerne saliendo del juicio a los Apóstoles, en el año 2000.

Otro que tuvo que quedarse recluido en sanidad fue el médico Carlos Stuart, quién además de no poder salir del presidio tuvo que atender a varios heridos de faca, a los que recibieron disparos después de que el GEO intentara recuperar el penal y a los guardias descompuestos luego de comer las empanadas.



viernes, 11 de septiembre de 2015

De los muros para adentro: los muertos

El total de asesinados en el motín fue de ocho, todos internos del penal. Ningún rehén o guardia perdió la vida.

Lo primeros en ser atacados fueron, como se podía suponer, los arruinaguachos. Un interno de Sierra Chica apodado "Mandinga" era del grupo pero los traicionó y le aviso a los Apóstoles donde estaban refugiados: Pabellón 8, segunda celda a la derecha.



  • El primero al que fueron a matar fue a Agapito Lencinas. Le disparó Brandán, que le tenia bronca porque en 1987 Lencina le había saboteado una fuga en Olmos. Aunque Popó depositó tres balas en Lencina, no murió acribillado sino degollado por otro interno. Su cuerpo recibió mas de 200 puñaladas post mortem.
























Documento publicado por el diario Clarín.

  • Brandán también le disparo a Gaitán, quien intentaba huir mientras apuñalaban a "Gapo". Acevedo se encargó de matarlo: se le paró en la espalda cuando ya estaba tendido y le clavó su faca. Descargó mas de 12 años de bronca en ese cuchillazo.
  • Palomo "Nippur" Poleschuk era parte de los arruinaguachos. Se había unido a la banda mas que nada por el prestigio, esto le costó la vida. Mientras Gaitán y Lencina morían se escapó para refugiarse en una celda, pero un grupo de seguidores de los apóstoles lo fueron a buscar. Como Nippur no salia, los internos prendieron fuego un colchón y se lo tiraron adentro de la celda. Poleschuk se empezó a asfixiar y cuando salió corriendo de su refugio la horda enardecida lo derribó y apuñalo a través de otro colchón, para no mancharse con la sangre.
  • "El Indio" Daniel Niz alcanzó a llegar hasta le pabellón siete mientras en el ocho comenzaba la masacre, pero su titulo de "soldado" de Lencina le dictó una sentencia de muerte. Omar, un amigo de Mandinga que no quería problema con los Apóstoles lo vió refugiarse y corrió a avisarles. Cacho Perales y Leo Salazar fueron a buscarlo, acompañados de una decena de internos. Niz era un violador serial y había abusado de varias de las familiares de los presos. Por eso mas de uno quería ser el autor de su asesinato. Leo Salazar entró en la celda y El Indio le mostró una herida que le habían hecho mientras escapaba. Salazar fingió pena y cuando se acercó a verle el corte, sacó su faca y le perforó el estómago. Estaba vengando a "Eli", la mamá de uno de sus amigos que fue abusada por Niz.
  • Mario "Rolo" Barrionuevo pecó de entrometido. Cuando vio que estaban matando a Nippur salió de su celda y exigió "que dejen en paz a los pibes". En ese momento alguien declaró que a los traidores también había que matarlos y Barrionuevo pagó con la vida. Nunca había pertenecido a los arruinaguachos, no se hablaba con Lencina ni había tenido algún problema con los Apóstoles. Estuvo en el lugar y momento equivocado.
Tras de la muerte de Barrionuevo el grupo GEO ingresó al penal y quiso recuperarlo, luego de un fuego cruzado y amenaza de matar a los rehenes, los 12 Apóstoles subieron a la terraza con los cautivos a amenazar a la policia. Esa foto estaría en todos los noticieros y sería tapa de cada diario. Pasados los incidentes los uniformados se replegaron y el penal quedó sitiado nuevamente. Comenzaron a buscar a los enemigos que faltaba ejecutar.

















Omar Lujan "El Paisano" Ibarra habia trabajado para el Servicio Penitenciario también y tenia buena relación con Lencina. En Sierra Chica estaba tildado de delator y sospechaban que había boicoteado un plan de fuga anterior, Ibarra sabía que en la lista seguía el. Corrió al pabellón nueve donde hirió a otro interno para despejar una celda. El interno fue a avisarles a los Apóstoles donde estaba El Paisano. Ariel y Alejandro Diaz Ramirez lo fueron a buscar. Pero una maniobra traicionera de Ibarra hizo que pudiera escapar.

  • Aquiles Maillet fue otro de los muertos que nada tenia que ver con la riña intercarcelaria. Era el dueño de la celda donde El Paisano intentó refugiarse en el pabellón nueve huyendo de los Apóstoles. Cuando entró, Ibarra salió de abajo de la cama y lo acuchilló. Los Diaz Ramirez llegaron buscando a Luján, lo vieron agonizando y lo quisieron salvar. Fueron a Sanidad a buscar a un doctor, lo sacaron en ambulancia de la penitenciaría. Mientras tanto el Paisano huyó. Maillet falleció seis días después. 
  • Daniel "Chiche" Romero Almada se había peleado con Pedraza dos semanas antes del motín. Lo acusaba de que él lo habia incriminado por unos supuestos explosivos que Pedraza tenia. Chiche lo humilló adelante de todos los compañeros y Pedraza le dio una golpiza que le valió cinco días en las fosas. Pero haberle pegado no fue suficiente y aprovechó para darle punto final al enfrentamiento. Fue a buscar a Almada al pabellón doce. Antes de matarlo a puñaladas le dijo que hacia justicia por las chicas que él habia violado y matado años antes. 
  • José Cepeda fue el tercer "muerto por accidente". La noche posterior a la masacre no podía dormir porque temía que alguien lo asesinara si cerraba los ojos, así que decidió salir a tomar aire. Se fue hasta la cocina a presenciar la cremación de los arruinaguachos. Cuando entró se encontró con la cabeza de "Chiche" Romero lista para ser metida al horno. Romero había sido su compañero de celda y en un arrebato de paranoia Cepeda pensó que iban a matarlo. Comenzó a gritar y Pedraza se sobresaltó. José salió corriendo, Jorge ordenó "parenlo". Ariel "El Gitano" Acuña entendió "matenlo" y salió a perseguirlo concentrado en cumplir la orden del jefe. Cepeda logró llegar hasta la guardia armada y refugiarse con el GEO pero la muchedumbre se agolpó afuera y amenazaron con matar a todos los rehenes si no lo devolvían. Los uniformados entregaron a José. Acuña dio el primer facazo. El primero de decenas.  

Estos fueron los ocho asesinatos, por orden cronológico. Los cuerpos de los arruinaguachos fueron apilados en el pabellón siete donde les robaron la ropa y las zapatillas. Al día siguiente de la masacre mas de 600 presos desfilaron por adelante de los cadáveres en una suerte de velatorio. Pero en vez de llorar los insultaron, escupieron, los patearon y se rieron. Se acordaron de sus amigos violados, asesinados y de sus familiares abusadas. La venganza había llegado por fin. Los Apóstoles eran héroes.
Todos los muertos fueron descuartizados, cargados en ollas, llevados a la cocina e incinerados. Los internos se encargaron de limpiar la sangre, tirar las cenizas y barrer los hornos industriales, no querían dejar rastros del horror que se vivió aquella noche en Sierra Chica. Respondian a las órdenes de Pedraza. Sin cuerpos no podrían acusarlos de ningún asesinato.



















DEVASTADO. Así quedó el penal después de que los Apóstoles se entregaran.

"Los arruinaguachos"

Si bien Sierra Chica es conocido como uno de los motines mas sangrientos de la historia carcelaria argentina, son muy pocos datos los que trascendieron en los medios sobre el porqué de los asesinatos a los otros presos durante la toma del penal. Lo cierto es que el hecho no fue solo un intento de fuga frustrado, sino que salieron a la luz años de rencores y peleas, promesas de venganza y disputa por el poder.

"Los arruinaguachos" es el nombre con el que se conocía a un grupo de internos que trabajaban para la cúpula del Servicio Penitenciario filtrando información y llevando datos sobre lo que pasaba en las cárceles de Buenos Aires. Estaban liderados por Agapito Lencinas, quien tenía una relación tan cercana con McLoughlin que caminaba por los pabellones con total libertad. La base central de la banda se encontraba en la Unidad N°9 de La Plata pero eran trasladados a donde el Jefe necesitara.
El grupo empezó a ganar poder y manejaba la vida y la muerte en las cárceles: Vendían droga, cobraban protección, robaban y violaban a los internos y sus visitas.
Por abusar sexualmente de los presos nuevos y mas jóvenes es que se habían ganado su nombre en el ámbito "tumbero". Si alguno se resistía, lo sometían a la fuerza y luego lo mataban o le hacían la vida imposible.
"Gapito" era correntino. Media un metro noventa y tenía un físico imponente trabajado con pesas. Tenia pelo morocho y muy corto. Era un hombre comunicativo y con mucha habilidad para hablar. En Semana Santa de 1996 había vivido cuarenta años. Entró a la cárcel por primera vez con 22 años por robar a mano armada. Estuvo tres años adentro y salió libre en 1981. Cuando volvió a prisión dos años después había matado a un policía y las drogas ya habían comenzado su trabajo en él. Lencina era muy buen luchador y tenia habilidad con la faca, llevaba en su cuello un pañuelo, lo que en el idioma carcelario significa que era "cuchillero". Además, de sus muñecas colgaban dos cintas rojas, lo que reflejaba su devoción por San La Muerte, cuentan que ponía la estatuilla de este Santo dentro de su celda mirando para el lado donde vivía alguno de sus enemigos.
Con el tiempo dentro de las unidades creció el odio de los internos hacia este grupo por los abusos y la violencia. No se atrevían a enfrentarlos, pero sabían que un día "los arruinaguachos" iban a ser arruinados.
"Gapo" llevaba mas de diez años trabajando para  el sistema carcelario cuando le comunicaron que los iban a trasladar a el y su gente a Sierra Chica, Eran expertos en desarmar motines, desbaratar fugas, suprimir huelgas de hambre y matar a los cabecillas mas rebeldes de los levantamientos. Aunque las drogas y el alcohol los estaban arruinando seguían siendo eficaces.
Por el renombre de la banda, dentro de las unidades se disputaban poder pertenecer al grupo, ya que esto les aseguraba protección, privilegio y poder. Lencinas reclutaba a los que acataban ordenes sin preguntar. Se rodeó de los peores de cada penal: a los que no respetaban códigos, los violadores, homicidas y despiadados. Solo respetaba a McLoughlin, al que obedecía para conservar sus privilegios.
En Sierra chica a los arruinaguachos los esperaban Hector Leguizamón y Victor Gaitán, el lugarteniente de Lencinas. Gaitán era un violador despreciable, detestado por todos en el penal. Era violento en extremo, mataba, violaba y sometía sin escrúpulos. Varios de los internos de Sierra Chica le tenían bronca, sobretodo un joven preso de apellido Airin a quien Victor habia violado el primer día de su condena. El muchacho había jurado que un día le haría pagar.
Lencinas y sus hombres llegaron el 15 de Marzo de 1996. La sed de venganza de varios de los cabecillas del motín llevaba mas de diez años esperando.
A Ariel Acuña, Agapito le había matado a un amigo, a Acevedo le había violado una prima. Brandán y Airin tenían cuentas pendientes con Gaitán.

Este resumen, además de dar un pantallazo general de los arruinaguachos, intenta explicar un poco el ensañamiento con el que los amotinados mataron a sus victimas aquel otoño. Tres de los muertos (que se detallarán en otra entrada) murieron de forma accidental, pero el resto era parte de esta banda a la que todos odiaban. Que el cuerpo de Agapito Lencinas haya recibido puñaladas de mas de 30 internos refleja un poco la magnitud de esa bronca que había estado guardada demasiado tiempo. El motín fue la excusa. Todo comenzó con un intento de fuga pero cuando sitiaron el penal, los 12 Apóstoles (y algunos otros) vieron la oportunidad de arreglar cuentas pendientes.

Todo empezó con la Garza Sosa




















Oscar Hugo "La Garza" Sosa.


Si bien este personaje famoso de la delincuencia argentina no estuvo procesado por el motín muchos puntos de las investigaciones lo señalas como el que empezó a gestar la idea, varios meses antes. Pero unas semanas a que llegara semana Santa, Sosa pidió el traslado a otro penal y se desligó de los hechos posteriores.
Las cosas fueron mas o menos así: En Noviembre de 1995, Oscar Hugo "La Garza" Sosa pide tener un encuentro sexual con su abogada en el penal de Sierra Chica. Jorge Palacio, director del correccional, accede.
La Garza había llegado a la unidad N°3 en enero de 1995. Su ingresó alborotó a los mas jóvenes, después de todo era uno de los pistoleros mas famoso y había trabajado con el Gordo Valor. Además protagonizó la fuga del penal de Devoto. Tenía, sin dudas, mucho renombre entre los internos y todos querían formar parte de sus amistades. Lo admiraban. Por eso, el día que llego su abogada, una joven de 30 años, vestida de traje y excesivo maquillaje mas de uno quiso ser "Cacho" por un rato.
 Lo que nadie sabia era que La Garza la había pedido a su amante que le llevara una pistola para meter al penal. Mas específicamente una Ballester Rigaud de 11,25 milímetros, juntos con 18 balas y dos cargadores. El plan era bueno ya que a los abogados de los internos no se los requisa cuando los vienen a visitar, así que la doctora podría ingresar el arma sin problema. Luego del encuentro amoroso, Sosa escondió el arma en el saco del traje y volvió a su celda (en esa época todavía no había detector de metales en la entrada de los penales) donde la escondió en el piso, después de hacer un poso y volverlo a tapar.
Pero en las cárceles los rumores corren rápido porque siempre hay algun interno trabajando para el servicio penitenciario o porque se pasan datos de boda en boca. A Sosa el arma "le empezó a quemar" y las autoridades del penal iniciaron un minucioso trabajo de intimidación con el. Los guardias le decían cosas como "confesa que tenes un arma", "¿Dónde la escondiste? o frases similares. Además Jorge Palacio lo citaba reiteradas veces a su oficina donde lo interrogaba mientras los carceleros revisaban su celda. Pero ni La Garza confesaba, ni encontraban el arma.
La idea de un arma dentro de la cárcel es muy peligrosa, le da a quien la tiene una suerte de confianza y esperanza de escape. La mayoría de los internos viven con ganas de querer escapar de los penales y las pistolas generan fantasía de libertad.
Los rumores y sospechas llegaron a los oídos de Guillermo Mcloughlin, director del servicio De Seguridad del Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires, quien sabia que la recuelta era inminente y que tarde o temprano el conflicto estallaría. Infiltro mas informantes a Sierra Chica y armó una red de investigación que lo llevaba directo a La Garza, pero la pistola seguía sin aparecer. A todo esto, se aproximaba Navidad de 1995. El 20 de Diciembre un operativo del Servicio penitenciario revisó Sierra Chica de arriba a abajo en una búsqueda que duró mas de ocho horas, intimidaron a Sosa, pero nada.
En Navidad se restringieron las visitar por la tensión que generaba la situación en la cárcel.
Los primeros días de 1996 Jorge Palacio le informaba a Orlando Martinéz Gómez, jefe de los guardias, que debía estar mas atento a los movimientos de los internos. Además, se pidieron dos detectores de metales a Olavarria, con los que rastrillaron todo el penal, pero nada. El arma estaba causando muchos problemas para los presos, especialmente a Sosa quien ya empezaba a incomodarse con la situación y, aunque quería escaparse, se sentía nervioso y cansado.
La Garza entonces, empezó a planear su traslado. Increpó a Aquim, un fisicoculturista que no peleaba a no ser que lo saquen de quicio. Sosa lo fue a insultar para que le pegara y así poder terminar ne las celdas de confinamiento. Lo logró.
Luego de que los sacaran a ambos de castigo, "Cacho" fue a hablar con Palacio. "Me tengo que ir, mi gente va a matar a Aquim y va a ser para peor".
Palacio, que no era tonto le dijo que se iría si le confesaba donde estaba el arma. Luego de un rato de pensar Sosa llamó a Mcloughlin y le dijo que se quería ir pero que no sabia donde estaba la pistola, que se la fueron pasando entre los presos y la perdió de vista. Le creyeron la mentira.
Esa misma noche un helicóptero aterrizó en el patio de Sierra Chica, La Garza se subió, con destino al penal de Batán, Mar del Plata.